Artes de México

REVISTA ARTES DE MÉXICO | Imperecedera riqueza natural

02/06/2018 - 12:03 am

El chile, fruto ancestral es un número más de la revista Artes de México que se suma a una de las premisas que la editorial ha explorado: de qué manera la naturaleza es cultura y cómo ha configurado un discurso por el cual el hombre siente pertenencia a un territorio, cómo se crean costumbres culinarias, de qué forma se edifica la literatura y el arte, incluso la historia de una civilización entorno a ella.

Por Laura de la Torre

Ciudad de México, 2 de junio (SinEmbargo).- Algo que Salvador Novo descubrió en un número anterior sobre los alimentos endémicos de México es que “lo que da alimento al hombre, y lo que, como el hombre, es capaz de reproducirse y prosperar, frutecer, ser eterno, nuevo a cada primavera, a cada reencarnación, ésa es la verdadera, la imperecedera riqueza”, y que no es más que la riqueza natural de nuestro entorno.

Así como los primeros misioneros y viajeros que llegaron al Nuevo Mundo, el equipo que elaboró esta publicación se adentró al fenómeno cultural y culinario del chile: como una Nueva Naturaleza o la Otra Naturaleza que es vista por primera vez. La labor era hacer del chile una empresa de conocimiento, que diera cuenta, desde una visión original y estimulante, de nuestra maravilla natural; “el rey, el alma de los mexicanos”, como lo llama Arturo Lomelí, quien abre el número con una reflexión del chile como parte sustancial de nuestra cultura.

El trabajo en equipo dio como resultado este ejemplar que se configura como un mosaico interdisciplinario del chile. En él, hablamos de las rutas de evolución del Capsicum, cuyos registros en nuestro territorio datan del 7000 a.C. aproximadamente. Abordamos el chile como objeto ritual en el ámbito prehispánico y recuperamos los testimonios que dan cuenta de cómo se usaba el humo de chiles secos para corregir a la población. También incluimos usos tradicionales, como las fiestas que se realizan a san Francisco en Olinalá, Guerrero, cada 4 de octubre, y en las que se hacen procesiones con masúchiles: inmensos estandartes decorados con chiles, que recuerdan las ofrendas realizadas a los dioses del agua posteriores a la llegada de los españoles. No dejamos de lado la anatomía ni el picor del chile y tampoco olvidamos hablar sobre sus andanzas por Europa y Asia. En el proceso de investigación descubrimos muchas vertientes de las que podríamos dar cuenta y, por los descubrimientos visuales y literarios, podemos comparar la labor de edición y diseño con un concepto que Alejo Carpentier exploró en su poética literaria que es “dejar que lo maravilloso fluya libremente de una realidad estrictamente seguida en todos sus detalles”. Sin duda, hay muchas otras vías que aún se pueden explorar.

Masúchiles de la fiesta de san Francisco, 1987, Olinalá, Guerrero. Fotografía: D.R. © Janet Long

Todo esto se entreteje en un poderoso diálogo visual. Al revisar las páginas notarán la confluencia de las obras, desde ilustraciones científicas del siglo xvi hasta las que realiza hoy día Elvia Esparza; murales, grabados, fotografía y, por supuesto, los óleos de Eugenia Marcos. Ella misma ha definido su labor como una especie de brujería, y quizá pueda hablarse más bien de alquimia. Cuando era niña, Eugenia visitaba el mercado de La Merced, y desde entonces se dedicó a entender las bondades del chile: se convirtió en una especialista que nos deleita con el sabor de su cocina. Si bien su labor no transmuta el oro en vida eterna, sí transfigura el chile en belleza por medio de sus óleos.

Lorenzo Rodríguez menciona que somos una cultura chilecéntrica, pues además de hacer presente al chile en nuestros platillos, también es parte sustancial de nuestra habla cotidiana. Así, en el número podrán ver que albures, dichos, adivinanzas y canciones confluyen y nos hablan de la manera en la que los mexicanos configuramos el mundo. En este sentido, Iván Pérez Téllez realiza un análisis sobre el encuentro de dos ámbitos: el mundo de los muertos y el humano. Y es que entre los nahuas serranos, el lenguaje que se utiliza para nombrar algunos alimentos en el inframundo, como los chiles, se ha filtrado al mundo de los vivos. Por ello, encontramos confluencias lingüísticas entre la denominación para pulga, tekpin, o garrapata chipohtli.

Elvia Esparza, Sarta de chiles, 2017. Acuarela

Retomo una reflexión que José Luis Trueba Lara realizó sobre la publicación Elogio de la cocina mexicana. Él recurrió al mito de las sirenas y Ulises para hablar sobre el encantamiento de la comida mexicana que, como la voz de las sirenas, atrae y embelesa a los comensales. Tal parece ser el mismo encantamiento que el chile a veces suele producir en los paladares extranjeros, los cuales, atraídos por su forma, color y sabor, muchas veces caen en la tentación de probarlo, sin prever las consecuencias de tal acto. Por esto Paco Ignacio Taibo I, a quien también incluimos en la publicación, nos advierte: “Yo pienso que el mejor sistema para acercarse a los chiles es el de no rehuir el combate (como Ulises ante las sirenas). Al paladar hay que asustarlo desde el primer día”. De ahí que prevenga a los novatos con una nómina de picores, pues hay que entender que cuando el mexicano dice “no pica”, debe entenderse que “pica”, por lo que si “pica rete mucho” es mejor abandonar el establecimiento.

Por último, se ha configurado desde tiempos prehispánicos una de las virtudes que mejor define a nuestra cultura. Se trata del albur construido en torno a la concepción del chile. En el suplemento cultural de la revista Alebrije, monstruo de papel, podrán encontrar lo que quizá sea el origen de este fenómeno, “La historia del tohuenyo, narración erótica náhuatl”. Trata del mito de una de las transfiguraciones de Tezcatlipoca para derrotar a Quetzalcóatl, cómo en esta versión se encarna en la figura de un vendedor que enamora con “su chile” a la hija de Huémac, unión que provocaría posteriormente la caída de Tula. Más allá del desciframiento mitológico, quisimos dar cuenta de la peculiar construcción literaria erótica, a partir de las múltiples connotaciones sexuales en torno al chile. Retomamos la traducción que Miguel León Portilla realizó de la versión del Códice Florentino, y la acompañamos con los grabados de Joel Rendón y Alejandra Ríos. Aquí un fragmento:

Pues aquella hija de Húemac

miró hacia el mercado,

y fue viendo al tohuenyo: esta[ba] con la cosa colgando.

Tan pronto como lo vio,

inmediatamente se metió al palacio.

Por eso enfermó entonces la hija de Huémac,

se puso en tensión, entró en grande calentura,

como sintiéndose pobre

del pájaro —miembro viril— del tohuenyo.

La palabra masúchil proviene del náhuatl ma, abreviatura de maitl (mano), y súchil, variante de la palabra xochitl (flor), es decir, “manojo de flores”. Folio 158, libroII, Códice Florentino. D.R. © Biblioteca Medicea Laurenciana, Florencia.

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